lunes, 22 de septiembre de 2008

De Roque Enroll al folclore de papá


Hija de uno de los grandes armoniquistas del mundo, redescubrió la música de su infancia. Atrás quedó el boom de hits como Lollipop.

Mavi Díaz, una de esas personas que, si se lo proponen, pueden llegar a ser jóvenes por siempre, se mueve con gracia y predisposición frente al fotógrafo. Están a una cuadra de Callao y Corrientes, y las personas que pasan los miran. ¿Cuánta gente, de las que la esquivan tratando de adivinar quién es, habrá bailado con su música? Por ejemplo, esa cuarentona que lleva a la nena de la mano, ¿cuántas veces se habrá puesto las calzas y las chatitas mientras Mavi y sus amigas sonaban en el grabador? Porque ella, que hoy está a punto de presentar por segunda vez en la Argentina un disco de folclore, fue la líder de Viuda e Hijas de Roque Enroll y ahora hace lo que ni siquiera se sospechaba en 1985.

Cuando Mavi era muy famosa, ese jueguito de sacarse fotos era, además de un trabajo, eso mismo, un juego. Uno más en la maravillosa experiencia de hacer lo que se quiere a los 20 años. Ahora que es toda una señora –dicho esto porque se ha casado un par de veces y porque tiene un hijo de 23 años; de ningún modo porque lo aparente–, no tiene ningún problema de que se la lleve a aquellos tiempos de rockstar junto a las Viudas y se la traiga para contar cómo es que el folclore y los temas de su padre Hugo Díaz la atraparon.

Tampoco le molesta hablar de la amargura que trajeron los años noventa –con exilio, anonimato y una gran pérdida incluidos– para insertarle, divertida, rápida como un rayo, una anécdota de su infancia, rodeada de padres del folclore, y amiga de juegos de sus hijos.

Mucho menos tiene problemas para llenarse la boca con historias de su padre, que por estos días –y para su amorosa sonrisa, que asoma recortada por entre un medio flequillo empecinado en caérsele sobre la cara– asoma nuevamente al disco en algunos momentos de la banda sonora de A los cuatro vientos, la biografía de Hugo Díaz dirigida por Alberto Larrán que el año pasado se estrenó en cines.

–Reeditaron tu disco y salió el de la película, ¿es estratégico?

–Pasa que el álbum es fruto de la película, y la banda sonora justo acaba de salir. Yo canté la Zamba del ángel para la peli, y fue tan lindo eso que generó que después hiciera el disco. Pero para mí fue toda una sorpresa que, el día que fui a grabar al estudio y canté esa zamba por primera vez en mi vida adulta, me dí vuelta y vi que estaba todo el mundo llorando. Después, cuando lo escuché, me dí cuenta de que, sin imitarla, me había salido la voz de mi mamá (la cantante Victoria Díaz).

–¿Ayudaste para hacer la película sobre tu padre?

–Tanto yo como mi familia ayudamos mucho para que la película se hiciera. Y también, por supuesto, la familia de Domingo Cura, que era mi tío. Fue un problema porque de mi papá casi no hay grabaciones en video. El director usó testimonios buenísimos y jugosísimos, pero material fílmico cero. Me gustaría que la peli saliera rápido en DVD, para que la gente la pueda ver.

–Además, la película ayudó a que el nombre de tu papá resurgiera.

–Eso es lo que más me gusta de todo.

El disco de Mavi, Baile en el cielo, el que nació el día en que entró a un estudio y sintió que debía acomodar su voz de roquera a otro sentir, a un sonar de instrumentos que entra suavemente en el oído, sin la rugosidad de una guitarra eléctrica, ahora la lleva –quién diría– entre guitarras, charango y bombo al Teatro IFT, donde esta noche a las 21 seguirá afinando el lápiz de la cantante de folclore: “¡Me mata el folclore, es un nivel de expresión completamente diferente! Ya desde las letras es nuevo para mí. Y estoy fascinada explorándolo –cuenta– porque los colores que te brindan los instrumentos acústicos son increíbles. Hasta la voz funciona diferente, trabajás a otra frecuencia.

–¿Creés que salió todo lo que viviste de chica?

–Y... grabar el disco fue como un viaje en el tiempo. Salió todo lo mamado en la infancia. Pensá que mi vida fue un gran backstage y en mi casa desfilaba todo el mundo: ¡los cumpleaños de mi viejo duraban cuatro días! Yo era chiquita y jugaba con el hijo de Mercedes Sosa y con los hijos de Dino Saluzzi. Los niños jugaban mientras los padres tocaban. ¡Si hasta nos íbamos de gira todos juntos!

–Entre la voz ronca de los ochenta y la folclorista de hoy, ¿dónde queda la cantante de hotel de los años noventa?

–Mirá, el anonimato también ayuda. Cuando acá la cosa se puso mal por el tema de la inflación, nadie tenía laburo. Yo acababa de hacer Languis con los Soda y le pedí a Gustavo Cerati que me llevara de gira. Me dijo: “¡Yo no te voy a llevar a vos de coros”! Pero no tenía laburo y entonces me fui a España a cantar en hoteles, y ahí me pude comprar una casa. Los primeros días, la gente no me daba bola. Tocabas muy fuerte y te chistaban; eras un mueble que estaba ahí para servir.

–Y después fuiste una de las primeras coach vocales, ¿no?

–En realidad ya lo era acá. Cuando llegué a España, eso no lo hacía nadie, así que me fue bien. Trabajé con Alejo Stivel, y con su empresa hice veintipico de discos. Después me abrí sola.

–¿Nunca te dormiste pensando que el gran talento de tus padres tarde o temprano aparecería en tus genes?

–¡Nunca me dormí! Para empezar, no tengo el talento de mi viejo, esas cosas son irrepetibles. Lo mío es tenacidad y trabajo. Pero bueno, algo debo tener.

Con esa banda no hay historia

Viuda e Hijas de Roque Enroll fue más que una banda de chicas. Su presencia en la escena musical de los años ochenta las empardan en importancia con Soda Stereo, Virus, Zas, Los Twist o Los Violadores. Que su impronta fresca y divertida no fuera formateada para hacerlas durar más jamás fue ni será su culpa.

Mavi no ve aquella época ni a sus amigas más que con cariño: “Fue lo mejor que me pasó en la vida: tenía 20 años, estaba buenísima, estaba con mis amigos, ganaba plata, ¿cómo no lo voy a recordar con cariño? Fue una época genial: sonábamos súper, las chicas eran músicos impresionantes y las cosas nos salían muy fácil.

Además, nos divertíamos: ¡para las giras hacíamos un casting de técnicos! Estábamos en el hotel, a la noche, y elegíamos a alguno. Y para dormir siempre nos vestíamos las cuatro iguales. Era como una cábala. Usábamos ropa interior Calvin Klein, cada una con un color distinto. Nos poníamos las remeras que nos regalaban los de sonido, de repente decíamos, por ejemplo, ‘hoy, el iluminador’, nos íbamos todas a la habitación del pibe, le rodeábamos la cama, le hacíamos interrogatorios y le hablábamos y... rock and roll.”

No hay comentarios: