lunes, 29 de diciembre de 2008

Gracias ALEX . . . El director del Teatre Lliure estrena en enero Días mejores de Richard Dresser, una ácida visión de la crisis económica


Ropa por el suelo, basura amontonada en los rincones, desorden, caos... Es el día a día de personajes a los que les queda poco que perder. ¿O personas? El Teatre Lliure barcelonés y el madrileño Teatro de la Abadía han decidido comenzar el 2009 con Días mejores del dramaturgo americano Richard Dresser. Una visión acerada de la crisis económica, el desempleo, el sálvese quien pueda y el todo vale. Seis personajes van a verse arrastrados a destruir sus propias vidas para ser capaces de salir adelante. "Aunque a estos personajes los veamos en otra esfera, como muy tontos a veces, muy Forrest Gump, reaccionamos así. Nos las van colando continuamente. Montar este espectáculo en el momento en el que estamos ahora es impresionante. Resulta que con la excusa de buscar inversores se han inventado un casino que se llama bolsa. Que está muy bien, es necesaria la figura del inversor. Y resulta que este casino tiene partidas tan fuertes que necesitan el dinero de los que no van a jugar a él para poder seguir jugando ellos. Y nos las dan por donde quieren.", comenta el director Àlex Rigola.

Días mejores ya se ha estrenado en el Festival de Temporada Alta, de Girona, donde sólo se ha representado dos veces. El estreno oficial es el próximo día 4 en el Teatre Lliure para volver luego a Madrid, donde la obra se ensayó durante el mes de noviembre. A la sala pequeña de La Abadía. "Con la Abadía hemos colaborado desde 2001. Fueron los primeros que me llamaron y me dieron la oportunidad de trabajar aquí en Madrid. Por eso siempre que tengo un proyecto de dimensiones que puedan abarcar pienso en ellos. Esta pieza la quería hacer con los compañeros con los que trabajo en Barcelona, con los que voy repitiendo. Pero no encontraba el momento y, con lo que se avecinaba, estaba bien hacerla ahora. Y la Abadía era fantástico para ello. A ellos también les gustó, porque siempre hay que buscar un acuerdo. Hay que buscar que encaje con sus necesidades, dentro de su programación."

Pregunta. El propio autor dice que la obra es más actual ahora que cuando la escribió.

Respuesta. La escribió en los 80 cuando se estaba realizando una remodelación industrial y económica y la bolsa estaba en crisis en Estados Unidos. Las empresas no habían sabido adaptarse tecnológicamente y se habían quedado atrasadas, con muchos trabajadores muy mal preparados o que no estaban preparados para asimilar el cambio en los trabajos que ellos hacían. Había mucha gente que no sabía lo que era un ordenador o que hasta entonces había estado haciendo trabajos manuales dentro de las fábricas y que se encontraron en la calle. Y ahora estamos viviendo un momento de crisis parecido, pero incluso más fuerte. Por lo tanto, sigue completamente vigente. Hemos aprendido muy poco. Cada vez que se toma una medida y la bolsa remonta diez puntos, lo encuentro exagerado.

P. Medidas que, además, a los que ayudan son a los bancos.

R. Eso es lo más fuerte. Se pueden tomar... pero en el momento en el que has hecho un plan de reestructuración que establezca cómo han de ser las inversiones. Pero eso no lo van a hacer. Porque el poder total lo tiene el poder económico. Y si a quien tiene el poder económico le aseguran que, cuando se juega el dinero, le van a dar más facilidades para que vuelva a jugar, el dinero no va a parar a quienes no pueden pagar la hipoteca. Acaba yendo a posibles inversores que lo que hacen es especular, no invertir en una empresa porque creen en lo que hace. No. Lo que hacen es seguir especulando para comprar y vender. Lo vemos cada día.

P. ¿Cómo se puede salir del círculo vicioso?

R. Esta obra habla de ello. Por un lado, te visualiza a los pocos o muchos desgraciados, pero también nos muestra la educación que les estamos dando. ¿Qué hacen? Se plantean que si no pueden estar en la legalidad tienen que inventarse un trabajo ilegal que se sirve y usa el mismo sistema que están usando los grandes capitalistas con nosotros. Y en pocos días en lugar de tener un plan estructurado para ver si se pueden ir manteniendo, arrasan con todos los coches. Como hay unas ansias de ganar, ganar, ganar, queman todos los coches en dos días. Por usar el mismo sistema. Y al final es eso. ¿Nos tenemos que quejar? Sí, pero todos somos un poco culpables porque creímos que podríamos tener muchas cosas sin trabajar, o trabajando lo mínimo.

P. ¿La salida a eso es la religión?

R. Es más un juego, hay un momento en el que se reflexiona de dónde sale la voz que escucha Marc Rodríguez. Podemos pensar por nosotros mismos y ver como entre todos podemos volver a poner en marcha una determinada sociedad. Pero no nos debemos dejar llevar por el movimiento que hay a nuestro alrededor. Dresser siempre saca en sus espectáculos animales o cosas, que no sabes exactamente qué juego tienen, pero que están mucho peor que los personajes. En este caso son unos perros que los persiguen. De esta forma, estos personajes, que son unos desgraciados para nosotros, están mucho mejor que esos perros. Eso nos recuerda que, en el fondo, estamos hablando del primer mundo y que hay otro, el tercer mundo, que está mucho peor.

P. El que ya retrató el Lliure en Aprés de moi le déluge.

R. Es una de las temáticas que es imprescindible. Nos miramos mucho el ombligo, pero somos una parte muy pequeña. Cuando te vas a la India, o China, pero es que lo de China es tremendo... Somos amigos de los chinos porque permiten la esclavitud. Las condiciones de trabajo allí son de esclavos y aquí nos hacemos los limpios pero tenemos que ir allí. Tienen un poder económico brutal porque permite la esclavitud en el trabajo, si no de qué sería una potencia económica tan fuerte. Podría tener los habitantes que quisiera que si tuviera todas las normas y sindicatos que hay aquí no iríamos a construir allá. Y nadie dice nada. Cuando viene el dictador chino de turno y todo el mundo baja la cabeza y le da la mano cuando tiene una población con esclavos. Todo se rige por la economía y de una forma caníbal. Y nadie dice nada.

P. Días mejores es una obra que se prestaba a ser oscura y han buscado todo lo contrario, el humor...

R. Fíjate que los personajes no son oscuros, y podían ser muy oscuros. Pero de entrada ellos mismos son tíos que están sin trabajar y no lo encuentran. Eso es muy duro. El paro es horroroso, no ya por el dinero que no estás ingresando y cómo tienes que mantenerte, sino por la sensación de inútil que tienes en cada momento. Psicológicamente es muy duro estar en paro. Lo normal sería que estos personajes fueran de otra forma y creo que es uno de los aciertos que hemos tenido. Porque no hay nada en las acotaciones del texto que nos diga que tenemos que llevarlo hacia donde lo hemos llevado. Eso ha sido una propuesta nuestra. Pero originalmente podían ser otros personajes. Aunque en los diálogos ya ves que algo tienen, hacia donde apuntan, pero podrían ser mucho más oscuros y más realistas. La idea es levantarlo un poco también.

P. Entre los personajes destaca el del empresario sin escrúpulos, ¿cómo ha sido el trabajo con Tomás Pozzi?

R. El primer día que lo vi me quedé enamorado. Es un tío que tiene sangre argentina y se nota. Y a mi el tipo de interpretación argentina me gusta mucho. Desde el primer momento quise trabajar con él. Los ensayos estaban organizados de lunes a viernes y no ensayábamos los sábados porque Tomás tenía aún actuaciones pendientes con Hay que purgar a Totó. Preferí ensayar de lunes a viernes y tener la posibilidad de trabajar con él. Vino al cásting para hacer otro papel, estaba buscando un actor bajito para el papel de Phil, pero cuando lo vi quedé maravillado. Es un grandísimo actor. Cuando vino no lo conocía. Empezó a largar y quedé impresionado. Es muy exigente y muy bueno. Tiene la particularidad de su tamaño pero lo que yo empecé buscando como broma acabó descubriéndome a un grandísimo actor. Y le di un papel que en principio se aleja totalmente del planteado por el autor.

P. Pero al mismo tiempo lo potencia...

Claro. Con su actitud. El teatro tiene algo que al cine le cuesta mucho más. Aquí la belleza está en la interpretación, en cómo se digan las cosas. Hay actrices que no son demasiado guapas en la calle y encima del escenario se convierten en guapísimas, por la forma en la que se comportan. Fíjate en Tomás, hay un momento en el que te olvidas de eso porque es un monstruo en el escenario.

domingo, 16 de noviembre de 2008

sábado, 15 de noviembre de 2008

"Aquaman" muestra a un superheroe con nostalgia de infancia


El protagonista del cómic "Aquaman" es el eje del espectáculo del mismo nombre, que se presenta en el teatro del Abasto y que tiene como autor e intérprete al teatrista marplatense Diego Velázquez.
Velázquez comentó en diálogo con Télam que "Aquaman" era su superhéroe preferido en los años de su niñez, aunque "era muy 'naif' y hasta cierto punto muy inútil porque fuera del agua no servía para nada".
Pasada la adolescencia y ya instalado en Buenos Aires, no hace más de cuatro o cinco años, volvió a reencontrarse con la historieta de un "Aquaman" totalmente reformulado respondiendo a una estrategia de marketing de acuerdo a los requerimientos de la actualidad.
"Es una versión muy violenta -subrayó-. En esta etapa ha sido padre de un niño que es asesinado por un villano, al tiempo que otro malvado le corta la mano. Es así que ahora aparece con pelo largo, un garfio y un odio que lo hace no querer ver a nadie. Fue como encontrarme con una persona que yo conocía y que de repente cambió mucho".
Está claro que esos cambios en los cómics tienen que ver con el intento de vender mejor al personaje ya que con las características que tenía inicialmente, a los chicos de ahora no les interesaría.
Otro elemento decisivo en la motivación de Velázquez fue el libro de poesía de Hernán La Greca, "La fuerza", dedicado a sus amigos, a los que relaciona con figuras de superhéroes muy vencidos, derrotados, con poderes inútiles y con deseos más humanos.
Finalmente un tercer elemento se entrelazó con los ya mencionados: su experiencia de vida en Mar del Plata, a la que considera "una especie de ciudad vencida".
"Es una ciudad que tuvo su esplendor, su época de gloria, que fue una súper-ciudad pero con el tiempo se ha ido cayendo -evocó-. Nací en una ciudad que está preparada para otros y casi todo el año está vacía, donde la ausencia está muy presente todo el tiempo salvo tres meses al año en los que está invadida. Oscila entre la ausencia y la invasión".
"Mezclando todas esas cosas empecé a ordenar algo que terminó siendo este espectáculo", afirmó.
En cuanto a la estructura del espectáculo y las características que le dio al personaje, Velázquez contó: "armé una excusa, traté de encontrar un soporte escénico para que me permita decir los textos de Hernán La Greca desde el personaje del Aquaman que yo me imagino".
El punto de partida de la obra es un Aquaman trabajando en una especie de Mundo Marino, que tiene mucho de cautiverio o encierro.
En cuanto a la definición del protagonista, reconoce que "es un intermedio entre las dos versiones, es éste de ahora queriendo ser aquél, es éste con la añoranza del que fue, porque el que es ahora tampoco sirve, no tiene espacio y tampoco le va bien porque es un superhéroe que no vende".
En el espectáculo aparece como si estuviera en cautiverio, como si fuera la atracción de ese lugar, teniendo que hacer un show cada diez minutos. Lo que el espectador ve es un show, los diez minutos de espera, otro show...así hasta hacer las cuatro apariciones en público y los momentos de espera en el medio.
En esas esperas está con otro personaje, una especie de cuidador-domador. "Hay algo en esta situación de encierro como de bestia salvaje, como el león viejo y vencido, tirado en la jaula", graficó.
A pesar del indudable tono nostálgico, Velázquez sostuvo que también hay pasajes de humor. "Aquaman tiene mucha envidia de los superhéroes a los que les fue muy bien y en especial con el Hombre Araña que ya lleva tres películas en cartel", comentó "Y si bien yo no voy a buscar el chiste, hay algo de humor que surge de la misma situación", especificó en torno a una de las aristas que de la pieza que se presenta los miércoles a las 21 en la sala sita en Humahuaca 3549.

A manera de resumen comentó que en la propuesta "hay una dualidad entre aquello que se fue y esto que se es hoy".

domingo, 9 de noviembre de 2008

El blues de un superhéroe que (casi) cayó en el olvido Aquaman, personal obra de Diego Velázquez


Aquaman, con Diego Velázquez y Pablo Cura. Dramaturgia: Velázquez en base al libro La fuerza, de Hernán La Greca. Coreografía: Velázquez y Diego Rosental. Diseño sonoro: Guillermina Etkin. Iluminación: Matías Sendón. Dirección actoral: Ciro Zorzoli. Dirección general: Diego Velázquez. Miércoles, a las 21, en el Teatro del Abasto. Duración: 60 minutos. Blog: www.apartirdeaquaman.blogspot.com
Nuestra opinión: buena

Parece ser que Diego Velázquez, magnífico intérprete, es un fanático de los superhéroes. De hecho, hace tres años fue uno de los creadores de Super , trabajo que se presentó en el Festival Internacional de Buenos Aires. En esa ruta, esta vez reparó en Aquaman, aquel personaje que formó parte de la Liga de la Justicia junto a otros héroes con más prensa, glamour, merchandising y mucho más Hollywood que este fulanito que se quedó nadando sus propias y solitarias aguas.

Desde hace tiempo venía con ganas de hacer algo basado en ese personaje acuático creado en 1941. Tan personal fue esa búsqueda -y el resultado final- que, por primera vez, se convierte en responsable de la dramaturgia, protagonista, escenógrafo y director a la vez de esta obra con cierto tono de blues y chispas de un tipo que más que héroe es casi un antihéroe que se la pasa añorando un tiempo que fue hermoso.

En Aquaman , Diego Velázquez recrea su Atlantis con imágenes proyectadas de Mar del Plata -su lugar de origen- entre cornalitos, nostálgicas fotos de edificios cerrados, canciones de Sinead O´Connor y Nick Drake, un corto de animación de Bernardo Greco y cierta frustración existencial por saberse con poderes que ya no generan fanatismo. Entre el olvido, cierto dejo de rencor y la soledad que se apodera de su mundo, construye a esta criatura (y al espectáculo en sí mismo) en el cual conviven momentos de una bellísima y cautivante poética con escenas de aguas más turbias en términos dramatúrgicos.

Acompañado en escena por Pablo Cura (¿especie de domador de una kermesse en la que Aquaman hace su número?) y con coreografía suya y de Diego Rosental (excelente dúo), el trabajo interpretativo de Diego Velázquez está a la altura de lo mostrado en Decidí canción , Los sensuales y 23.344 . O sea, fácilmente podría integrar la Liga de la Justicia de los mejores intérpretes locales.

viernes, 31 de octubre de 2008

martes, 28 de octubre de 2008

Dias Mejores . . . MUY PRONTO


No hay dinero, así que, para sobrevivir, unos jóvenes en paro o con trabajos precarios combaten el frío prendiendo fuego a los muebles, comen los despojos de un fast food y venden sus últimos enseres, de dudoso valor. A la vuelta de la esquina, aúllan los perros. Afortunadamente, se reciben voces del espacio presagiando la salvación. ¿Qué mundo es éste? Un mundo que busca días mejores y que, visto desde fuera, nos lleva a la carcajada o al estupor. Después de Ubú Rey y Largo viaje hacia la noche, Àlex Rigola vuelve a La Abadía con esta comedia freaky, escrita por el estadounidense Richard Dresser. "Apocalíptica", en palabras del New York Times. "Escenas de una ciudad fantasma."


Phil: "Uno vale lo que vale su producto. Y ahora mismo no tienes nada que vender."

Ficha artística

Reparto:
Ernesto Arias
Irene Escolar
Lino Ferreira
Ana Otero
Tomás Pozzi
Marc Rodríguez

Dirección: Àlex Rigola
Traducción: Ignacio García May
Escenografía: Max Glaenzel y Estel Cristià
Vestuario: Berta Riera
Iluminación: Maria Doménech

sábado, 25 de octubre de 2008

julio . . . en mADRId


Aclamado por público y crítica, la estrella del cine argentino Julio Chávez llega por primera vez a los escenarios madrileños con Yo soy mi propia mujer, dando vida con extraordinarias dotes camaleónicas a un personaje que desborda al mismo tiempo ternura y patetismo. La pieza, ganadora de un Tony Award y un Drama Desk Award, ambos en la categoría de Mejor Obra, sintetiza la vida de Charlotte von Mahseldorf (1928-2002) que nació hombre pero fue siempre mujer y vivió una existencia múltiple e inclasificable, oscilando de la dama delicada al macho iracundo. En escena, la aristocracia refinada de una mujer inventada y la violencia salvaje de un superviviente a los embates del nacionalsocialismo. Yo soy mi propia mujer se estrenó en Buenos Aires en enero de 2007.

jueves, 23 de octubre de 2008

Critica AQUAMAN . . . vamos Diego - LA SOLEDAD DEL HéROE


Diego Velázquez despliega su inmenso talento como intérprete y bailarín, e incursiona con este trabajo en la dirección. Un héroe caído en desgracia recuerda épocas de gloria desde su búnker, una habitación detrás de la piscina del acuario donde entretiene a algunos (pocos) nostálgicos

It´s not easy to be me” (“No es fácil ser yo”) canta el protagonista de Acquaman, uno de los siete grandes superhéroes de la Liga de la Justicia, quien salvó al mundo de las garras del Mal en el pasado. Pero ahora el mundo no requiere de sus servicios y en lugar de surcar los mares, padece sus días en la piscina de un acuario, donde quizá no sea más que la atracción para unos pocos memoriosos.

Diego Velázquez se basó en La Fuerza, de Hernán La Greca para crear a este héroe, que como todos (como Aquiles, con su famoso talón, o Supermán, ante la criptonita) tiene debilidades y flaquezas.

Aquaman se enfrenta a diario contra el olvido, la ingratitud de sus pares y la condena eterna de su peor enemigo: la soledad. En un mundo digital, en el que los héroes no nacen, sino que se hacen por accidente, este personaje no tiene armas ni dispositivos tecnológicos; su único don es el que lo acompaña desde niño, su destreza natural para moverse como pez en el agua y su capacidad telepática, ya casi en desuso, pues no se comunica con nadie, apenas con su ayudante (Pablo Cura).

Velázquez logró una puesta emotiva, con un ritmo constante, pinceladas de humor, escenas musicales, que acompaña con su propia capacidad (humana) histriónica y corporal y algunas novedosas video instalaciones.


***
Actúan: Diego Velázquez y Pablo Cura
Diseño de vestuario: Guido Lapadula
Coreografía: Diego Rosental y Diego Velázquez
Diseño sonoro, versiones y entrenamiento vocal: Guillermina Etkin
Diseño de iluminación: Matías Sendón
Escenografía: Diego Velázquez
Edición de video y subtitulado: Laura Palermo
Actuación en video: Moro Anghileri, Pablo Cura y Diego Rosental
Dirección de corto de animación: Bernardo Greco
Ilustrador en animación y gráficas: Hernán Paganini
Asistencia de producción: Mariana Grondona
Fotos: Laura Ortego
Producción: Laura Palermo
Asistencia artística: Pablo Cura y Diego Rosental
Dramaturgia: Diego Velázquez, basado en La Fuerza de Hernán La Greca
Dirección actoral: Ciro Zorzoli
Dirección general: Diego Velázquez
www.apartirdeaquaman.blogspot.com


Teatro del Abasto
Humahuaca 3549
4865-0014
Miércoles, a las 21
$ 20

domingo, 19 de octubre de 2008

Palabras . . .


No las grandes verdades yo te pregunto, que
No las contestarías; solamente investigo
Sí, cuando me gestaste, fue la luna testigo,
Por los oscuros patios en flor, paseándose.

Y sí , cuando en tu seno de fervores latinos,
Yo escuchando dormía, un ronco mar sonoro
Te adormeció las noches, y miraste en el oro
Del crepúsculo, hundirse los pájaros marinos.

Porque mi alma es toda fantástica, viajera
Y la envuelve una nube de locura ligera

Cuando la luna nueva sube al cielo azulino.

Y gusta si el mar abre sus fuertes pebeteros.
Arrullada en un claro cantar de marineros
Mirar las grandes aves que pasan sin destino.


No hay quien purgue a Totó . . . Critica


La actriz Nuria Espert protagonizó la obra Hay que purgar a Totó anoche en el teatro Cuyás de la capital grancanaria, donde compartió escenario con Paco Lahoz, Manuel Millán, Tomás Pozzi, Ana Frau, Carmen Arévalo y Manuel Aguilar. Los verdaderos protagonistas de la obra fueron, sin embrago, un cubo de aguas fecales y un laxante, que arruinaron un lucrativo negocio y arrancaron las carcajadas de un numeroso público.

Esta comedia costumbrista francesa de finales del siglo XIX, escrita por Georges Feydeau cuenta la historia de Sebastián Rebollo, un fabricante de loza que invita a comer a su elegante casa a un importante cliente, el señor Chitín, presidente de la comisión encargada de decidir la adquisición, por parte del ejército francés, de orinales para los soldados.

Rebollo espera conquistar el mercado con un orinal de porcelana supuestamente irrompible, pero varios acontecimientos y malentendidos desagradables e inesperados van a hundir sus lucrativos planes. El orinal de porcelana no resulta tan resistente como esperaba y su mujer, Julia, se presenta en bata y rulos, y en vez de atender al invitado, que le importa un bledo, se lamenta del estreñimiento de su caprichoso y maleducado hijo de siete años, Totó, que se niega rotundamente a tomar un purgante. Una de las ocurrencias más divertidas de la obra es que, al final, todos toman laxante menos Totó.

Con esta trama tan superficial, Feydeau crea un gran disparate cómico, donde los equívocos y el humor absurdo cobran protagonismo y afloran con naturalidad. A ello contribuye el espacio escénico, creado por Jean-Pierre Vergier, un decorado levemente asimétrico y un tanto irreal: el despacho del porcelanista Rebollo con una puerta minúscula y otra gigantesca y un diván de colores alegres.

En este caso, el asunto es lo de menos, la comicidad absurda se desprende no tanto de la trama, sino de la consecución de unos diálogos irracionales por parte de actores y actrices. Lo gracioso es, precismente, que los personajes dialogan con mucha seriedad sobre temas disparatados.

El actor Paco Lahoz, a través de su personaje, el señor Rebollo, intenta transimitir una serenidad, que por momentos, desaparece debido al insoportable carcácter de su mujer y a los antojos de su único y malcriado hijo Totó. Nuria Espert, que en esta obra debuta en la comedia, tras cuarenta años representando tragedias y dramas, estuvo brillante en su cambio de registro, aunque no logra desprenderse del típico dramatismo del ama de casa zafia.

Manuel Millán, que protagoniza a Chitín, reproduce al desconcertado invitado de una pareja que no hace más que discutir en tono cómico. Hecho que hace recordar a las escenas de los vetustos Servando y Panchita del famoso programa de En Clave de Ja, no sólo por la comicidad de la reiterada batalla conyugal, sino por el atuendo de la Sra Rebollo, con trabas y rulos en la cabeza y pantys caídos a media pierna.

Pero, sin duda, el personaje más aplaudido de la noche fue Tomás Pozzi, que protagoniza a Totó. Con su metro y medio de sinvergüencería arrancó espontáneas carcajadas en su entrada en escena y en la fantástica interpretación de su breve, pero contundente papel.

jueves, 16 de octubre de 2008

Un superhéroe en desgracia . . .


Dejó Mar del Plata a los 18 años y llegó a Buenos Aires "con toda la excitación, dispuesto a estudiar, a conocer". El actor Diego Velázquez agrega: "no llegué apichonado, por el contrario, traía todas las ganas". Y aunque cargaba algo de formación teatral y un interés particular por el mundo del cine, cursó estudios en la Escuela de Arte Dramático mientras se fueron sucediendo diversos trabajos y en diferentes circuitos, bajo las órdenes de directores siempre creativos: José María Muscari, Ciro Zorzoli, Alejandro Tantanián, Jorge Lavelli, Gustavo Tarrío, Silvina Grinberg, entre otros.

Y como es un actor "muy activo", según se define, llega ahora a su primera dirección: Aquaman, una obra que también interpreta junto a Pablo Cura y que esta noche comenzará a tener funciones en el Teatro del Abasto. Diego Velázquez llega algo demorado a la entrevista con La Nacion y se lo nota nervioso. Es que faltan unos pocos días para que se produzca su estreno y hay algunas cuestiones que debe apurarse a resolver. De algo parece estar muy seguro y es que, ese personaje que le robó a la historieta, ahora lo pone en situación de revisar algo de su historia, con Mar del Plata incluida.

El proyecto, en verdad, comenzó hace cuatro años, cuando se conectó con una nueva versión de Aquaman que lo desconcertó. "De chico me gustaban mucho los superhéroes de los cómics ?cuenta?. Aquaman era un ser naif, muy poco útil, fuera del agua no podía hacer mucho. Hace cuatro años tomé contacto con una versión actual y el personaje está devastado. Lo casaron, tuvo un hijo al que un villano mató, otro villano le cortó una mano y aparece con un garfio. Aquaman se cargó de odio. Su imagen también es distinta: tiene pelo largo, barba, ya no quiere ver a nadie. Fue como encontrarme con un compañero de la primaria hecho bolsa".

Con esa historia como disparador, el creador fue pensando la forma de llevar a escena algo de ese mundo personal fantástico que lo acompañaba en la niñez y esta realidad que quizás impuso el marketing a la hora de renovar a ciertos personajes. Velázquez encontró un libro, La fuerza, de Hernán La Greca, que le posibilitó construir en este presente una figura más compacta de su superhéroe.

"Es un libro hermoso ?comenta?, escrito con mucho cariño, donde La Greca escribe textos a sus amigos a partir de las figuras de los superhéroes. Fui empezando a mezclar cosas, recopilé diversos materiales. Yo quería que el trabajo lo dirija Ciro Zorzoli. Nos fuimos juntos a Mar del Plata, tomamos fotos, quería rescatar algo de la ciudad para integrarlo al espectáculo y Ciro me dijo que, en realidad, quien debía dirigir Aquaman era yo. Me tuve que hacer cargo de que es mío. Es la primera vez que siento la necesidad de que un proyecto personal se concrete, sea, verdaderamente".

El proceso de creación fue complejo. Si tenemos en cuenta que Diego Velázquez participó de la creación y como intérprete de los espectáculos Los sensuales y Los esmerados su capacidad de trabajo resulta envidiable. "Prioricé estos trabajos este año y con ganas. Es donde quiero estar. No soy un actor pasivo, me gusta involucrarme en los proyectos hasta donde el director lo permita. Y estas obras me permitieron ser, realmente, un actor creativo".

En el cine Diego Velázquez está empezando a tener su espacio y lo está disfrutando y va por más. Participó en Amorosa soledad, película de Vicky Galardi y Martín Carranza, recientemente ganadora del premio del público en el Festival de San Sebastián y es uno de los protagonistas de El niño pez, la nueva producción de Lucía Puenzo.

lunes, 13 de octubre de 2008

Aquaman . . .


AQUAMAN

Con: Diego Velázquez y Pablo Cura

Diseño de vestuario: Guido Lapadula

Coreografía: Diego Rosental y Diego Velázquez

Diseño sonoro, versiones y entrenamiento vocal: Guillermina Etkin

Diseño de iluminación: Matías Sendón.

Escenografía: Diego Velázquez

Edición de video y subtitulado: Laura Palermo

Actuación en video: Moro Anghileri, Pablo Cura y Diego Rosental

Dirección de corto de animación: Bernardo Greco

Ilustrador en animación y gráficas: Hernán Paganini

Asistencia de producción: Mariana Grondona

Fotos: Laura Ortego

Producción: Laura Palermo/ Conjuro.

Asistencia artística: Pablo Cura y Diego Rosental

Dramaturgia: Diego Velázquez, en base al libro "La Fuerza" de Hernán La Greca

Dirección actoral: Ciro Zorzoli

Dirección general: Diego Velázquez


Agradecemos muy especialmente el apoyo económico de Tomas Pozzi.
y a Romeo Fasce y Luciana Quartaruolo por el trabajo.

Agradecimientos: Bruno Luciani, Mariano Stolkiner, Alejandro Tantanian, Silvina Grinberg, Juan Pablo sierra, Martin Laplace, Marcelino Bonilla, Gustavo Tarrio, Marianela Fasce, Anahí Alonso, Hernán La Greca, Juan Branca, Fernanda Orazi, Romina Chepe, y a Oria Puppo por la gran ayuda.

lunes, 6 de octubre de 2008

domingo, 5 de octubre de 2008

martes, 30 de septiembre de 2008

Viene a MADRID . . .

La niña mimada del cine


Inés Efrón, una de las grandes referentes de la nueva camada de actores, habla de sus trabajos, su adolescencia, la sexualidad y su oficio.

¿Quién es esta chica que en poco tiempo trabajó con Mercedes Morán, Ricardo Darín, Cecilia Roth, Oscar Martínez y María Onetto? ¿Qué hay detrás de esta niña adulta de voz tímida y bajita, pero clava sus ojos inquietos y ávidos de intensidad?

Inés Efron, la actriz de cine más mimada (y sorprendente) de la nueva camada de actores locales, empezó a despuntar en retratos generacionales como Glue y Cara de queso , brilló en XXY , apareció en El nido vacío y fue elegida por Lucrecia Martel para filmar La mujer sin cabeza .

Y pronto volverá a ser noticia por dos: como protagonista de Amorosa soledad , ópera prima de Martín Carranza y Victoria Galardi que acaba de recibir un galardón en el Festival de San Sebastián ; y por El niño pez , segundo film de Lucía Puenzo que ya terminó de rodarse.

En una charla que CINEMANÍA reproduce en su edición de octubre cuenta por qué pasa de sentirse niña a vieja en cuestión de minutos y cómo logró encauzar sus angustias adolescentes exorcizándolas a través de la actuación.

Aquí, algunas de sus declaraciones:

La actuación. "Muchos tienen la idea de que actuar es "hacer algo", y yo siento que no hay que hacer nada; que cuanto menos hago, más pasa. Cuando estoy haciendo una escena, a veces me tensiono y no me gusta. Pero cuando me entusiasmo y me divierto, me dejo atravesar, siento que estoy jugando".

Su adolescencia. "Tuve diferentes etapas y pasé por todo porque quería probar todo. Para empezar, a los 13 tuve que usar un corsé por un problema de escoliosis, y dije: "Me alejo del mundo". Estaba en pleno despertar sexual y decidí aislarme, no quería saber nada de chicos y estaba todo el día estudiando... Después, claro, me sacaron el corsé y empecé a ir a bailar a la matiné con una amiga".

La sexualidad. "La sexualidad es conflictiva y lo debe haber sido siempre, pero ahora hay un poco de promiscuidad. En las nuevas generaciones, o al menos entre la gente que conozco, es común probar todo. Entre hombres y mujeres aparece esta cosa de probar todo, y eso puede meterte en un pozo donde podés agarrarte algunas angustias. No hay muchos límites claros".

Los jóvenes viejos. "Somos una generación de chiquitos o viejos. No hay un punto medio. A veces nos quedamos tomando un té muy tranquilos y otras veces charlamos cosas de gente muy grande".

Un papel pendiente. "¡Juana de Arco! Me gustan esos personajes que reciben mensajes de Dios y están conectados con otra dimensión y ven cosas. También me encantaría, en algún momento, interpretar a una mujer grande, enamorada".


miércoles, 24 de septiembre de 2008

No te aguanto . . . Por Fernando Peña


El rechazo, la incomodidad de compartir espacios y situaciones con el otro se van haciendo más fuertes a medida que crecemos

Caminando por cualquier calle de la ciudad, uno puede darse cuenta de que nadie se mira a los ojos y si por alguna casualidad nos encontramos por una milésima de segundo con otros ojos que nos apuntan, acto seguido, una de las dos personas, o las dos, bajan la mirada inmediatamente. Cuando nos llevan por delante o nos empujan suavemente, el pedido de disculpas es balbuceado y en voz baja; es casi imperceptible, casi ni se escucha. Quien te empuja sin querer te pasa por al lado y se le escapan, se le caen literalmente de la boca, sonidos inentendibles que reproducen un tímido y poco sentido pedido de disculpas. Ni hablar de la tensión que produce estar con gente desconocida en un ascensor. Ahí entran en juego varias situaciones embarazosas; por ejemplo, el tener que pedir que te aprieten el botón de un piso, saludar a todos o correr hacia el ascensor pidiendo que aguanten las puertas abiertas porque estás llegando tarde. Todo eso nos llena de vergüenza, aparecen las inhibiciones y los complejos. También están las miradas, los empujones y los roces. El contacto físico con el otro, la apoyada, el hombro a hombro, las tetas de una mujer en la espalda, las tosecitas nerviosas, el aliento y sentir la respiración de los demás en la nuca hacen que ir de una planta baja a un piso doce sea más incómodo que sentarse en una silla con clavos. El viaje se hace eterno y enmudecemos. Hasta cuando le tenemos que decir algo a alguien que está con nosotros lo hacemos en voz baja y con pudor.

El cruce en los cajeros automáticos es también una situación bastante incómoda, abrir la puerta y sostenerla para que el que está afuera pase y que a veces ni siquiera dé un gracias dicho claramente. Otra vez el sonido inentendible y fugaz, el buñuelo de palabras, el gruñido. Nos comportamos como si fuéramos animalitos que croan o graznan. En las casas de pastas, los domingos al mediodía, también se demuestran nuestra falta de destreza, nuestra torpeza y la gélida indiferencia. Detrás del mostrador, los empleados gritan los números y otra vez la gente con un hilito de voz, a veces intentando que el número llegue a las manos del empleado para no tener que decir simplemente la palabra “yo” cuando cantan 52. A veces entra alguien que no sabe que hay que sacar número y nadie es capaz de avisarle, como si nos pusiera contentos que entren cuatro o cinco personas detrás de él, saquen número y lo dejen pagando. Ahí el gozo es en silencio, el pobre hombre no percibe que seguramente hay dos o tres personas riéndose por dentro. De auto a auto también nos pasa. Por eso, a veces, es mucho más cómodo viajar en autos con vidrios polarizados. Se me ocurre que muchos oscurecen los vidrios del auto no por una cuestión de seguridad ni por el sol sino para guardar privacidad, para evitar que el otro vea, espíe. Cuando vamos en auto también hay muestras de poca solidaridad y ganas de joder al otro, el clásico ejemplo es el que no se corre de la izquierda cuando le hacemos luces. Disfruta, se regocija y no se corre, cuando a veces el motivo de nuestro apuro puede ser importante.

El asco y el rechazo que nos estamos teniendo es totalmente palpable. Estamos hartos de nosotros mismos, de la forma humana. Es claro que preferimos otras criaturas vivientes, y se nota cuando de pronto aparece un perro vistoso. En seguida, alguien se nos acerca simpáticamente, lo acaricia, le habla, como queriendo establecer un diálogo con el perro pero no con nosotros. “¿Y vos cómo te llamás, che?”, le preguntan al perro, y al no recibir respuesta, ya que el dueño también está deseando que el perro hable, repregunta: “¿Cómo se llama?”; y de pronto ése es el comienzo de un diálogo corto y tibio en la plaza, un diálogo que el dueño del perro ansía que termine cuanto antes.

Siempre buscamos playas vacías y pocos son capaces de compartir una mesa en McDonald’s cuando está lleno. En el cine, dos parejas dejan una butaca vacía entre las dos y rezan en silencio para que deje de entrar gente así pueden guardar esa distancia protectora. El tío de un amigo se compraba dos pasajes para no compartir asiento en los ómnibus de larga distancia, y no debe ser la excepción. En todo momento se ve que si podemos evitar al otro, es mejor. Cuando voy al teatro y noto que se viene el intervalo, ya me voy parando, veo los últimos minutos de pie desde el fondo junto al acomodador, cerquita de la cortina de terciopelo, y cuando empieza a cerrarse el telón corro al baño para ser el primero, estar solo y hacer pis tranquilo. Así y todo elijo un compartimiento y no un mingitorio y tampoco debo ser la excepción. Cuando ocupan la mesa de al lado en los restoranes también es molesto y es casi una proeza compartir un taxi. Hablando de taxis, me encantan los de Montevideo, tienen una mampara que separa al pasajero del taxista y evita la charla pasatista y hastiante.

El rechazo, las ganas de no cruzarnos, la intolerancia y la incomodidad de compartir espacios y situaciones con el otro se van haciendo más fuertes a medida que crecemos. Los chicos no padecen este mal. Es común verlos parlotear y hostigar con preguntas de todo tipo a los adultos. Nos pasa cada tanto que dos chiquitos en el auto de adelante nos saluden y se rían con frescura y espontaneidad. ¿Por qué perdemos esa simpatía con el otro? ¿La perdemos o incorporamos la intolerancia?

Creo que se trata de una falta de educación. No hablo de una educación de buenos modales y buenas costumbres, hablo de educar la actitud, la predisposición. Es necesario prepararnos para interactuar con el otro, notarlo, mirarlo, incorporarlo. Tampoco estoy hablando de la buena onda al divino botón ni de una actitud religiosa, hablo de reeducar las conductas cotidianas, nuestras expresiones corporales y los parlamentos. Hablo de desinhibirnos, cada uno dentro de nuestras posibilidades. Hablo de salirnos de nosotros.

El entrenamiento teatral ayuda mucho. Es raro que un actor camine encorvado como tratando de esconderse en su propio cuerpo o hable en voz baja. Tenemos aprendido un manejo de nuestro cuerpo, al que llamamos instrumento, cuando hablamos lo hacemos claro y alto, cuando miramos lo hacemos profundamente y cuando nos toca interactuar con extraños, por lo general, nos cuesta menos.

Salgan de sus casas como si salieran de un camarín. No pretendo que sonrían y saluden a todo el mundo, pero caminen erguidos, registren lo que dicen y cómo lo dicen, miren al otro y exhíbanse ante la multitud. Cuando deban enfrentarse con el prójimo, ya sea a solas o ante varias personas, procuren ser amables y simpáticos utilizando la falsedad que no se nota que tenemos los actores. Háganle creer al otro que por lo menos lo toleran y lo tienen en cuenta. Se trata de códigos y conductas histriónicas que aceitarían un poco esta apatía necia y seca que estamos viviendo.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Esquizopeña El Musical


En esta espectacular y despampanante rutina musical llena de glamour, brillos y lentejuelas, los personajes de Fernando Peña se chocan contra una pared de ladrillos y caen por su propio peso. Sin saber bailar ni cantar hacen lo que pueden. ¿Se imagina usted a Don Sabino, con sus ochenta años cantando el tango “Pelotita”?. Da vergüenza, es patético, sin embargo tierno. Palito, el negro cabeza alimentado a Paco, Cocaina y Uvita Dulce, hace un potpourri de sus hits mas famosos, luciendose con “No se Peña que se yo”, cancion que escribio mientras buscaba un gramo de cocaina que al adicto de su patrón , Fernando Peña se le habia caido al piso. Dice Palito sobre este tema: “E puto lo abia pedido i no loncontraba i mi peguntaba che negro onde ta el mogra y sho bucaba y duro le contete no se peña que se sho y salio e hit”. El grandulon uruguayo, alias Cristina Megahertz con su bulto prominente y sus antebrazos de camionero mal alimentado abre este variopinto espectáculo con su cancion “Ticholos”, Milagros Lopez la dulce cubana que a esta altura ya esta hecha mierda tambien tiene su cancion “Bananas”. El trolo sidoso, Roberto Flores, patina alrededor de seis porongas semi erectas y canta “Huasca”, su éxito. Tampoco faltan Delia Dora de Fernandez, una vieja conchuda a favor de la cana, los milicos y Hitler, que se queja de todo y piensa que 33.000 desaparecidos fueron pocos, Maria Elena Rinaldi, una tortillera admiradora de la Walsh, Las Leonas y Sandra.

En Esquizopeña El Musical, Peña plasma la decadencia, la grasada y la distinción en un desfile de presentadores con smoking. Mariconazos que bailan con lycras ajustadas y alguna que otra gorda fofa que trata de seguirles el paso.

¡¡Un show lleno de alegria que es para pegarse un tiro en las bolas y tocar el cielo con las manos!!.

De Roque Enroll al folclore de papá


Hija de uno de los grandes armoniquistas del mundo, redescubrió la música de su infancia. Atrás quedó el boom de hits como Lollipop.

Mavi Díaz, una de esas personas que, si se lo proponen, pueden llegar a ser jóvenes por siempre, se mueve con gracia y predisposición frente al fotógrafo. Están a una cuadra de Callao y Corrientes, y las personas que pasan los miran. ¿Cuánta gente, de las que la esquivan tratando de adivinar quién es, habrá bailado con su música? Por ejemplo, esa cuarentona que lleva a la nena de la mano, ¿cuántas veces se habrá puesto las calzas y las chatitas mientras Mavi y sus amigas sonaban en el grabador? Porque ella, que hoy está a punto de presentar por segunda vez en la Argentina un disco de folclore, fue la líder de Viuda e Hijas de Roque Enroll y ahora hace lo que ni siquiera se sospechaba en 1985.

Cuando Mavi era muy famosa, ese jueguito de sacarse fotos era, además de un trabajo, eso mismo, un juego. Uno más en la maravillosa experiencia de hacer lo que se quiere a los 20 años. Ahora que es toda una señora –dicho esto porque se ha casado un par de veces y porque tiene un hijo de 23 años; de ningún modo porque lo aparente–, no tiene ningún problema de que se la lleve a aquellos tiempos de rockstar junto a las Viudas y se la traiga para contar cómo es que el folclore y los temas de su padre Hugo Díaz la atraparon.

Tampoco le molesta hablar de la amargura que trajeron los años noventa –con exilio, anonimato y una gran pérdida incluidos– para insertarle, divertida, rápida como un rayo, una anécdota de su infancia, rodeada de padres del folclore, y amiga de juegos de sus hijos.

Mucho menos tiene problemas para llenarse la boca con historias de su padre, que por estos días –y para su amorosa sonrisa, que asoma recortada por entre un medio flequillo empecinado en caérsele sobre la cara– asoma nuevamente al disco en algunos momentos de la banda sonora de A los cuatro vientos, la biografía de Hugo Díaz dirigida por Alberto Larrán que el año pasado se estrenó en cines.

–Reeditaron tu disco y salió el de la película, ¿es estratégico?

–Pasa que el álbum es fruto de la película, y la banda sonora justo acaba de salir. Yo canté la Zamba del ángel para la peli, y fue tan lindo eso que generó que después hiciera el disco. Pero para mí fue toda una sorpresa que, el día que fui a grabar al estudio y canté esa zamba por primera vez en mi vida adulta, me dí vuelta y vi que estaba todo el mundo llorando. Después, cuando lo escuché, me dí cuenta de que, sin imitarla, me había salido la voz de mi mamá (la cantante Victoria Díaz).

–¿Ayudaste para hacer la película sobre tu padre?

–Tanto yo como mi familia ayudamos mucho para que la película se hiciera. Y también, por supuesto, la familia de Domingo Cura, que era mi tío. Fue un problema porque de mi papá casi no hay grabaciones en video. El director usó testimonios buenísimos y jugosísimos, pero material fílmico cero. Me gustaría que la peli saliera rápido en DVD, para que la gente la pueda ver.

–Además, la película ayudó a que el nombre de tu papá resurgiera.

–Eso es lo que más me gusta de todo.

El disco de Mavi, Baile en el cielo, el que nació el día en que entró a un estudio y sintió que debía acomodar su voz de roquera a otro sentir, a un sonar de instrumentos que entra suavemente en el oído, sin la rugosidad de una guitarra eléctrica, ahora la lleva –quién diría– entre guitarras, charango y bombo al Teatro IFT, donde esta noche a las 21 seguirá afinando el lápiz de la cantante de folclore: “¡Me mata el folclore, es un nivel de expresión completamente diferente! Ya desde las letras es nuevo para mí. Y estoy fascinada explorándolo –cuenta– porque los colores que te brindan los instrumentos acústicos son increíbles. Hasta la voz funciona diferente, trabajás a otra frecuencia.

–¿Creés que salió todo lo que viviste de chica?

–Y... grabar el disco fue como un viaje en el tiempo. Salió todo lo mamado en la infancia. Pensá que mi vida fue un gran backstage y en mi casa desfilaba todo el mundo: ¡los cumpleaños de mi viejo duraban cuatro días! Yo era chiquita y jugaba con el hijo de Mercedes Sosa y con los hijos de Dino Saluzzi. Los niños jugaban mientras los padres tocaban. ¡Si hasta nos íbamos de gira todos juntos!

–Entre la voz ronca de los ochenta y la folclorista de hoy, ¿dónde queda la cantante de hotel de los años noventa?

–Mirá, el anonimato también ayuda. Cuando acá la cosa se puso mal por el tema de la inflación, nadie tenía laburo. Yo acababa de hacer Languis con los Soda y le pedí a Gustavo Cerati que me llevara de gira. Me dijo: “¡Yo no te voy a llevar a vos de coros”! Pero no tenía laburo y entonces me fui a España a cantar en hoteles, y ahí me pude comprar una casa. Los primeros días, la gente no me daba bola. Tocabas muy fuerte y te chistaban; eras un mueble que estaba ahí para servir.

–Y después fuiste una de las primeras coach vocales, ¿no?

–En realidad ya lo era acá. Cuando llegué a España, eso no lo hacía nadie, así que me fue bien. Trabajé con Alejo Stivel, y con su empresa hice veintipico de discos. Después me abrí sola.

–¿Nunca te dormiste pensando que el gran talento de tus padres tarde o temprano aparecería en tus genes?

–¡Nunca me dormí! Para empezar, no tengo el talento de mi viejo, esas cosas son irrepetibles. Lo mío es tenacidad y trabajo. Pero bueno, algo debo tener.

Con esa banda no hay historia

Viuda e Hijas de Roque Enroll fue más que una banda de chicas. Su presencia en la escena musical de los años ochenta las empardan en importancia con Soda Stereo, Virus, Zas, Los Twist o Los Violadores. Que su impronta fresca y divertida no fuera formateada para hacerlas durar más jamás fue ni será su culpa.

Mavi no ve aquella época ni a sus amigas más que con cariño: “Fue lo mejor que me pasó en la vida: tenía 20 años, estaba buenísima, estaba con mis amigos, ganaba plata, ¿cómo no lo voy a recordar con cariño? Fue una época genial: sonábamos súper, las chicas eran músicos impresionantes y las cosas nos salían muy fácil.

Además, nos divertíamos: ¡para las giras hacíamos un casting de técnicos! Estábamos en el hotel, a la noche, y elegíamos a alguno. Y para dormir siempre nos vestíamos las cuatro iguales. Era como una cábala. Usábamos ropa interior Calvin Klein, cada una con un color distinto. Nos poníamos las remeras que nos regalaban los de sonido, de repente decíamos, por ejemplo, ‘hoy, el iluminador’, nos íbamos todas a la habitación del pibe, le rodeábamos la cama, le hacíamos interrogatorios y le hablábamos y... rock and roll.”

jueves, 11 de septiembre de 2008

Otra vez me muero . . .



Otra vez siento que estoy mendigándole a un tomógrafo, como si éste tuviera injerencia para cambiar el resultado de lo que ve. Por Fernando Peña.

Y otra vez el tomógrafo dándome instrucciones: “Respire”, “no respire”, “tome aire profundamente”, “respire”… para dentro de unas horas sentenciarme de vida o de muerte. Es realmente maravilloso estar acostado boca arriba mirando ese “bicho” enorme, ese aro que gira sin parar, esa turbinita indignante que chilla estridentemente, y luego las instrucciones para que uno respire o no respire. Y respiro y no respiro. Y aguanto la respiración, y respiro y no respiro y aguanto… y respiro otra vez. Es tan cómodo, una vez que uno se relaja, saber que no se puede hacer nada. Estoy con la aguja en la vena, me están pasando un líquido de contraste que me arde, que me quema, que me da náuseas, obedezco instrucciones, la camilla se mueve hacia adelante y hacia atrás, los ruidos son agresivos, los movimientos abruptos… mi cuerpo está en “boxes”. Es tan denigrante, tan humillante, que si obedeciera a mis instintos me arrancaría la aguja y saldría corriendo del lugar. Pero le voy a dar una chance más a la medicina y una menos a mí, que me prometí no someterme más a agresiones físicas y morales. Y digo una menos a mí porque no siento tanto respeto por mí al estar acostado preso de un tomógrafo operado por una señorita con cara de estar haciendo lo que tiene que hacer. Siento que estoy mendigándole a la vida o, lo que es peor, a un tomógrafo, como si el tomógrafo tuviera injerencia o pudiera tener piedad como para cambiar el resultado de lo que ve. Como si pudiera ponerme una buena nota o hacer la vista gorda al posible tumor o linfoma que podría llegar a tener.

La sensación es espantosa, siento muy poco respeto por mi ser. Merezco morir como una rata rabiosa al salir del Instituto Alexander Fleming; me había prometido nunca más hacerme nada. Pasé un año entero regalando mi cuerpo a sesiones de quimioterapia. Sesiones que duraban cuatro días, sesiones que me dejaban acalambrado, dolorido, desganado, nauseabundo, pelado, blanco, verdoso, gordo, inflamado, morado. Mi aspecto era el de un sapo a punto de reventar. Pasé meses dificilísimos, porque además la certeza de que el tratamiento funcione no se la dan a uno de la noche a la mañana, sino que hay que dejar pasar por lo menos tres o cuatro sesiones hasta que un día entra el médico a la habitación y con una sonrisita de esperanza que es como la lucecita que dan las velitas que ponen flotando sobre el agua ahora en los restaurantes te dice tímidamente: “Bueno, afortunadamente el tumor es sensible a las drogas y está comportándose como esperábamos”. Recién ahí empecé a sentir que valía realmente la pena la agresión de meterme veneno por las venas todos los meses durante cuatro días seguidos. Y tampoco así fue fácil.

La quimioterapia es veneno, y no es una metáfora, es veneno de verdad. Mata todo lo que toca, arrasa con todo sin distinción, destruye lo que sirve y lo que no sirve. Te come los huesos, los tejidos, te morfa entero. Te devora sin consideraciones ni contemplaciones. Recuerdo que uno de los medicamentos que me inyectaban tenía que estar envuelto en papel metálico tipo rollito Ben, el que usaba mi madre para cocinar cuando era chico, porque no podía estar expuesto a la luz del día. Recuerdo que cuando salía del Fleming, al cuarto día, vomitaba los veintiséis días restantes hasta tener que internarme nuevamente por otros cuatro días. Y así sucesivamente durante ocho meses seguidos. Envenenarme, salir, vomitar, acalambrarme, retorcerme, seguir mi vida como podía, internarme, envenenarme, salir, internarme, envenenarme, salir, vomitar… y todo esto sin parar. Ocho meses sin parar. Si paraba, me moría.

Todo el proceso fue muy difícil. Recuerdo infinitas charlas con Pinky, una maestra en cáncer; Pinky debería dar clases en los hospitales. Gracias, Pinky querida.

El tratamiento también te pudre psicológicamente. La gente me miraba el doble de lo que me mira ahora, me miraba no solamente por famoso sino porque es raro ver a un tipo sin pelo, sin cejas y verdeamarillo. El color del cáncer no es el negro, es el verdeamarillo, ese verdeamarillo premuerte, como el que tiene la papa. Verdeamarillo premuerte parece un nombre ridículo de esos que traen las cartillas de pinturas. La gente tampoco sabe cómo abordar el tema, algunas personas ni lo mencionan, otras se le atreven con torpeza, y otras te dan fuerzas y consejos que escucharon al pasar. También me llegaban a la radio recetas de sopas. Nunca olvidaré la receta de una señora que me recomendaba tomar una sopa de pescuezo de gallina con porotos, no sé cuántas cabezas de ajo, ají picante, jengibre, cartílago de no sé qué animal y otras miles de verduras mágicas. Una vez caminando por la calle Gascón rumbo a la Fundación Huésped otra señora que barría la vereda me invitó a su casa a desayunar. Los oyentes me mandaban datos de chamanes, de videntes, de curanderos. Me recomendaban clínicas en los Estados Unidos; creo que nunca en mi vida escuché tanto las palabras “Clínica Mayo”. Me llegaban cartas con miniaturas de crucifijos, imágenes de santos y de vírgenes, cintas de colores, medallitas e infinidad de fetiches. Gracias a todos. Gracias de verdad. Ya pasó.

Todo eso ya pasó… Louise Hay pide que tengamos mucho cuidado al elegir las palabras que usamos para hablar de las enfermedades y cómo las encaramos. Yo tuve un linfoma no Hodgkin en el riñón izquierdo y pude destruirlo, vencerlo, derrotarlo, hacerme amigo, o curarme, como corno quiera Louise que le diga. Pasaron casi seis años y otra vez una manchita, algo que a mi oncólogo no le gusta, otra vez el miedo, no tanto a la muerte sino al dolor, a no poder vivir como quiero, a no estar del todo sano. Otra vez el desafío de juntar fuerzas, otra vez apoyarme en mis amigos, otra vez recurrir al método de contarlo para exorcizarlo. Otra vez concentrarme para que la cabeza me responda y no me juegue una mala pasada.

¿Otra vez?, ¿otra vez todo eso? Sí, otra vez. Otra vez porque me quedan cosas por hacer, otra vez porque soy un cagón, otra vez porque soy valiente también, otra vez porque soy gallego, otra vez porque tengo OSDE 450, otra vez porque me quiero, otra vez porque me odio, otra vez porque me mentí, otra vez me faltaré el respeto, otra vez lo haré, otra vez porque amo la vida, otra vez porque me encanta coquetear con la muerte, otra vez por Pinky, otra vez por el doctor Chacón, otra vez por mis oyentes, otra vez por los que no pueden acceder a estos tratamientos, otra vez por María, por mi novio, por mis amigos, por este trabajo de escribir, por el teatro, por Charly, por Maradona, por ver a Lanata en el Maipo, por el gordo Bergara Leumann, por mi perra Mono, por volver a almorzar con Mirtha, otra vez para escucharlo a Lalo, a Hanglin, a Víctor Hugo, a Dolina y a la Negra. Otra vez para volver a Broadway a ver teatro ahora que me dieron la visa para entrar a los Estados Unidos… Otra vez… Otra vez por todo eso y mucho más, y otra vez por muchísimo menos también, muchísimo menos, como por ejemplo comer un cuernito de grasa o tomar un whiskicito. Otra vez parece que me muero, otra vez trataré de no morirme, sí, otra vez, otra vez porque no hay más remedio, otra vez, otra vez… por mí…

jueves, 4 de septiembre de 2008

Eqqus . . .


Daniel Radcliffe, el actor famoso por su papel en la saga cinematográfica Harry Potter, debutó ayer en el teatro en Londres, en el estreno de la obra Equus, con buena acogida por parte de la crítica. Tras el polémico desnudo del actor, ya de 17 años, parece que los críticos ya se fijan en otras cosas aparte de en su cuerpo.

El Daily Mail ha asegurado que "ha dejado atrás a Harry Potter", mientras que el prestigioso The Times le califica de "actor seguro". The Independent afirma que su actuación es "convincente en el mejor papel de teatro para un adolescente. The Daily Telegraph también se deshace en elogios: "El brillante Radcliffe se ha quitado la capa de Harry Potter. Es un emocionante actor teatral de un registro y una intensidad inesperados".

En cuanto al público congregado en el auditorio, no pudo por menos que aplaudir puesto en pie tras la interpretación de Radcliffe del joven Alan Strang, "obsesionado sexualmente por los caballos". Las fans femeninas esperaban al actor a la salida de los artistas del teatro Gielgud, pero no pudieron atraparle. Las entradas se agotaron, y varios famosos acudieron a ver a Radcliffe, entre ellos el actor Christian Slater, que afirmó: "estoy impresionado, Daniel ha realizado sobre el escenario un trabajo increíble".

Radcliffe minimizó en la BBC la importancia de desnudo: "Lo esperaba. Habría sido estúpido si pensara que nadie hablaría de ello. Pero no es una parte importante de la obra, apenas cuatro minutos". Entre los fans y los padres de éstos ha habido mucha controversia por su causa, pero todo parece haber sido superado. El actor comentó que no buscaba tampoco distanciarse de su personaje de Harry Potter: "Lo hago porque creo que es una gran obra".

miércoles, 3 de septiembre de 2008

lunes, 1 de septiembre de 2008

Claudio Tolcachir, con nueva apuesta


Luego del tremendo éxito de La omisión de la familia Coleman, llega Tercer cuerpo

Después del éxito que significó -y todavía significa- La omisión de la familia Coleman , Claudio Tolcachir volvió a sentarse a escribir un texto para llevar a escena. Así, desde esta noche, a las 23.15, Tercer cuerpo ocupará el espacio que tomó durante tres años tan particular grupo familiar -que durante los próximos seis meses estará de gira-, es decir los fondos del PH de Boedo al 600.

"No te voy a negar que lo que sucedió con los Coleman significó una presión pera mí, pero no tanto por las expectativas de los demás, sino porque me gusta llegar a hacer lo que yo creo es lo mejor. Y en ese proceso sufro mucho, dudo de todo, soy demasiado exigente y no paro hasta que no siento que la cosa funciona", resume Tolcachir más contento que sufrido ahora que está por estrenar.

En Tercer cuerpo , Tolcachir se mete en la vida de un grupo de personas que trabajan en una oficina. "Nunca se sabe bien qué hacen o por qué se están quedando solos, como olvidados. A diferencia de los Coleman -que eran personajes a los que les sucedían cosas pero que no hacían nada para modificar su situación-, éstos hacen de todo para mejorar sus vidas pero les sale mal, no lo saben hacer", sigue el director que eligió para su elenco a Ana Garibaldi, Hernán Grinstein, Magdalena Grondona, José María Marcos y Daniela Pal. Algo de núcleo por donde va la pieza se resume en una frase de Cesare Pavese: "Te sorprende que los otros pasen a tu lado y no sepan cuál es tu pena, tu cáncer secreto; y cuando pasas junto a tantos y no sabes ni te interesa cuál es la pena y el cáncer secreto de ellos...". Para ahí miró este director, dramaturgo y actor cuando pensó en el universo de estos seres que mantienen ocultos sus sueños más profundos frente a la mirada de aquellos con quienes comparte gran parte del día: "En la obra hay algo de eso que tratan de ocultar en la oficina hasta que sus verdaderas historias estallan -continúa Tolcachir-. Surgen los intentos fallidos y una tremenda soledad".

-¿En qué tono contás la obra?

- La verdad, no me sale otra forma de contar una historia tan terrible que no sea con humor, uno negro, quizás hasta patético, pero humor al fin.

Cualquiera que se haya emocionado con sus Coleman sabe de qué está hablando.


lunes, 25 de agosto de 2008

Mi Soledad . . .


Ahí estoy en mi soledad -esa tan típica mía-, mi papá y mi hermano se iban a comer al puerto, yo decidí quedarme. Antes de salir, papá me tomó la foto. Tengo grabado ese instante antes de mi tan ansiada soledad, ese momento en el que la cámara hizo clic, salió el flash. Y pensé: "por fin se van"

domingo, 24 de agosto de 2008

Los miedosos popes de la tevé - Fernando Peña


Las cosa se va a poner fea cuando acabe Beijing. Cuando lleguemos a casa y ya no nos vayamos a China de viaje como nos estamos yendo ahora, ¿qué haremos? Cuando la televisión caiga otra vez en su programación habitual, tendremos que padecer ooootra vez la adormecida y tibia televisión argentina.

Redefinamos hoy el término “televisión”. En cada reportaje que me hacen una de las últimas preguntas es: “¿Y cómo ves la televisión de hoy?” Uffff. La televisión es un simple aparatito que muestra, no refleja, la vida tal cual es. Nunca nos cuestionamos lo que vemos a diario en la calle. Cuando nos sentamos en un bar y miramos para afuera no debatimos sobre lo que estamos mirando.

La gente pasa, suceden cosas en todo momento, se dan situaciones estrafalarias y nadie analiza lo que ve. Lo ve y punto. Veamos la televisión y no hablemos más del tema. Sobreintelectualizando vamos embruteciendo, vamos perdiendo sensibilidad, es como escribir una teoría de lo que sentimos al comer un helado de dulce de leche. Agarrá el cucurucho, chupá y tragá y callate.

Lo mismo deberíamos hacer con la tele. Deberíamos volver a drogarnos con Toddy para mirar sin culpas Popeye o Los picapiedras. No pensábamos en nada y sin embargo no era la tele una fábrica de ignorantes. Están de moda ahora dos estupideces, bien estúpidas, como todo lo que está de moda; una de ellas es decir que uno no usa celular y la otra es decir que uno no ve televisión. ¡Pero por favor! No le creo a nadie que diga alguna de esas dos cosas, a no ser que viva bajo tierra; la información, la comunicación, la televisión y la radio son como un virus electrónico que penetra en el tejido social y está muy lejos de nuestro control detenerlo.

La masa que pasa por una vidriera de una casa de electrodomésticos siempre, aunque sea por un segundo, pispea la imagen que muestra el televisor en exhibición. Puede usted ser una vieja alemana nazi que vive en Martínez en un piso 14 cobrando los quince mil euros de rentas de su führer muerto, odia a la Argentina y a los argentinos porque somos todos latinoamericanos y usted no puede, usted señora, no conocer a Tinelli ni importarle con quién almuerza Mirtha, pero seguro que tiene tele, aunque sea para mirar, como usted dice, sólo los canales de cultura, ballet y ópera. Pero usted mira televisión.

Basta de irla de inteligentes, seamos inteligentes de una vez y sepamos que disfrutar de la televisión no es un pecado y tampoco significa que uno es un bobo. Encendé la tele y escuchá de lo que quiero hablar hoy.

El problema de la televisión de hoy no son sus televidentes, son sus productores, sus dueños, sus directores artísticos. Estas amas de casa en pantalones y corbata que en lo primero que piensan es en “cómo lo tomará mi madre”, como me dijo una vez un “groso” de la tele. Estos corderitos disfrazados de lobos que lo único que quieren es un buen rating no saben cómo conseguirlo. Lo único que hacen es copiarse los unos a los otros, copiar formatos extranjeros y arrancarse las pestañas para ver quién le pone más guita a Ricky Martin, la nueva madre soltera que con sus mellizos empañó a los mellizos Pitt-Jolie.

Estos mediocres ascendidos devenidos en peces gordos siguen conservando su pulpa prudente a la hora de programar sus canales, cansando a una Doña Rosa que en cualquier momento los saca de sus cómodos sillones de cuero a plumerazos en el orto. La programación que ofrecen es una estafa, muchachitos.

Me llamaron muchísimas veces para hacer televisión, el cuento y la promesa siempre es la misma: “Queremos hacer un programa diferente, desacartonado, que no se parezca a nada, corrernos de Gianola y alejarnos de Petinatto… va a ser totalmente original, muy bien producido, vamos a salir a la calle y hay unos pibes nuevos guionando que tienen una cabeza increíble”. Desconfío de la oferta, la rechazo y un mes después veo la promo de aquel programa que me habían ofrecido y ya huele a fracaso, a ya visto.

Anteayer me llamó un productor de un importante programa de televisión que esté entre lo mejorcito de lo que se ve para proponerme hacer un test, un remanido y tonto test que queda viejo, forzado y caduco. Tomé aire antes de contestarle que sí y como un rayo al centro del cráneo retumbó el trueno del definitivo no.

“No, no lo voy a hacer, sabés, decile a tu jefe que ya no es novedad que yo haga un test, que por favor se anime a hacer otro tipo de televisión, a nadie le interesa que Peña conteste preguntontas, como diría Portal, decile que si quiere que el programa explote en rating que consigan un burro erecto, yo encremado y dado vuelta contra una puerta de establo y que lo vendan para el próximo bloque”. Se rió y me cortó.

Para ir al programa de la Legrand también fueron idas y vueltas eternas de conversaciones con condiciones absurdas entre mis productores y los de la señora. Todos tenían pánico, no miedo, pánico, terror. Señores productores de televisión, entiendan que no se puede hacer televisión con miedo y mucho menos con precaución.

La verdadera televisión es la que muestra YouTube… la vida, como es. Un pendejito de 13 años con una handycam filma como mea un Mercedes nuevo estacionado en la puerta de su cuadra en un barrio paquete de Viena y en un día logra millones de visitas sin ningún “genio” o “creativo” que calienta sillones al pedo.

La sociedad quiere verse de una vez por todas y para eso hay que mostrársela tal cual es, sin preproducción. Necesitamos conductores que miren a la gente y no a la lente, conductores que dejen de hacerle la genuflexión eterna a los pnts, que muestren lo que hay detrás del cartón pintado. Conductores vivos.

Se esta dando vuelta la torta y los televidentes son fieras, tiburones que ahora quieren cuerpos frescos en el mar, mientras los popes de la tele se atrincheran aterrados detrás de escritorios con almanaques que se vencen y grillas sin propuestas originales.

Televisar Youtube es una salida que varios ya están utilizando, pero en cuanto la doña se aggiorne y se compre una laptop te apagó la tele, querido pope. De Francella y Peña estamos hartos, Rony travestido en esos trajes espantosos que le ponen no me cierra, Maru Botana me grita y me ordena que sea feliz, el momento light al final del noticiero proponiendo que le pongan un nombre al panda recién nacido me tiene harto.

Pachu y Pablo ridiculizando lo ya ridículo me retumba y me redunda, era novedoso en la época de Casero y tiene una textura diferente en el teatro, pero no a las ocho de la noche mientras estoy condimentado la colita de cuadril, me aburrió. Prefiero ver a los pastores brasileros que por lo menos son verdaderos. No los veo, mis queridos popes, gerenciando la TV que viene. Renuncien con dignidad y que dirija el pendejo de trece.