jueves, 3 de julio de 2008

El Descueve, unos chicos clásicos y modernos


Hace 15 años, Ana Frenkel, Carlos Casella, Gabriela Barreiro, María Ucedo y Mayra Bonard se conocían porque sí, o porque el mundillo de la danza es (¿o era?) pequeño, o porque, salvo María y Mayra, que venía del taller de Margarita Balli, el resto eran alumnos del taller de danza del Teatro San Martín.

Y, cosas de la vida y de las búsquedas artísticas, tuvieron onda (así, sencillamente). Tal es así que apenas dieron los primeros pasos pusieron en práctica un sistema que luego definiría el esquema de producción que aplicaron durante años: el de dirigir alternativamente números que, en aquel momento, presentaban en Cemento, en el ParaKultural, en Recoleta...

Al poco tiempo, Mayra y María propusieron hacer un trabajo que, justamente, se llamó "Criatura". Y como en El Descueve (de ellos, señor lector, se trata esta nota) hay muchas rarezas, la obra la estrenaron en un festival que se desarrolló en Colombia. De aquellos tiempos a los actuales pasaron 15 años. Y como están de cumpleaños lo festejan, a partir de hoy. reponiendo "Hermosura" y "Patito feo" en el Paseo La Plaza. O sea, tiran la casa por la ventana.

Pero volvamos al principio. En algún momento de los días fundacionales, Ana Frenkel dijo: "Esto es un descueve", una expresión que para los chilenos -ella había estado viviendo allí- significa que algo es maravilloso. El término se impuso y sirvió para denominar al grupo.

"Cuando comenzamos éramos unos adolescentes un poco más preocupados por las cosas. Ahora ya no", dijo hace cinco años Mayra Bonard en un reportaje publicado en esta sección. Su afirmación es bien cierta. De hecho, si los dos primeros montajes se trataban de atrapantes ensayos sobre el movimiento en espacios vacíos, con el tiempo se volvieron más despreocupados y hasta incorporaron el humor.

Dicen que con el mundo de la danza no se llevan/llevaban muy bien. "Sentimos que no encajábamos, que no existíamos, que no éramos del todo comprendidos. Que por más que el nombre El Descueve esté dando vueltas, no hay nada ganado", apuntaba Carlos Casella hace poco. Tiene razón porque al principio fueron como una especie de patitos feos de la danza contemporánea.

Mayra, por ejemplo, en otra entrevista confesaba que los espectáculos de danza le resultan un tanto aburridos. Ana Frenkel, en 1993, en otras declaraciones, decía: "No se nos pasaría por la cabeza trabajar en una comedia musical para ganar dinero". Si se quiere, chicos malos (tampoco tanto), pero coherentes en sus declaraciones públicas a lo largo del tiempo. Va otra declaración de Frenkel en la misma línea: "No nos proponemos ser un grupo under o marginal". Es cierto, tanto que festejan los quince años en plena avenida Corrientes sin aparentes conflictos éticos/ideológicos con sus raíces.

Un diario norteamericano dijo que ver un espectáculo de El Descueve era más impactante que ver la CNN. De todos modos, hay algo cierto: en todos los espectáculos se las ingeniaron para manejar casi a la perfección el impacto visual, para desentrañar el mecanismo del efecto escénico y, paf, pegar duro ahí.

Apenas comenzaron a moverse pisaron fuerte. La primera temporada que hicieron fue en el desaparecido Galpón del Sur en donde presentaron "Criatura" y "La fortuna". Rareza de las rarezas, llenaron la sala con un público que seguramente no pagaba ni una moneda por entrar a un teatro porque les parecía aburrido.

Claro que a fuerza de romper con ciertos moldes, casi desde el principio lograron tener un público propio. Tanto que en 1992 la revista La Maga contaba que cuando hicieron una presentación de "Corazones maduros" en el ICI, el tercer montaje en el cual sumaron bailarines invitados y cinco kilos de naranja por función, había cola para conseguir entradas. La crónica narra que cuando abrieron las puertas hubo una avalancha de 300 jóvenes ¿Eso lo generó un grupo de danza? Sí.

La misma energía copaba el escenario cuando en "Todos contentos", trabajo de 1998, los cinco agarraban una pila de platos y la destrozaban contra las paredes del escenario de El Callejón de los Deseos para horror de una familia que vivía al lado de la sala. Pero allí iban ellos, allá van.

¿Eso es lo que pienso?

La foto de promoción de aquel espectáculo era un primerísimo primer plano de la vagina de una de las bailarinas de El Descueve. "Cuando vi la foto me resultó un poco cruda. Después me colgué mirándola y ahora me parece linda, casi como un dibujo japonés", apuntaba en otro reportaje María Ucedo. En ese mismo espectáculo Carlos Casella decía: "Volá, saltá, confiá". Y ellos volaban, saltaban y confiaban en sus propias energías.

Saltemos a "Patito feo", el montaje que reponen hoy. Allí, Daniel Cúparo, artista invitado, canta "Déjà vu, vos sos mi déja vu", una bella petit canción de Diego Frenkel, otra verdadera pata fundamental de El Descueve, como lo es el compositor Diego Vainer. Tal es el vínculo que tienen con la música que varias veces fueron teloneros de La Portuaria, el grupo de Frenkel (Diego, claro; hermano de Ana, claro); o estrenaron "Corazones maduros" en Prix D´Ami, una disco que estaba en Belgrano. Y sea de la mano de Frenkel o de Vainer, van de la electrónica al pop romántico como si nada.

Luego de ese montaje, que ya presentaba elementos de danza-teatro o teatro-danza (concepto un tanto impreciso y reversible) vino un verdadero mazazo. Es que en 1995 fueron los seres alados de "Villa Villa", el show de De la Guarda. Eran los que corrían por las paredes, los que hacían lo que querían con el espacio. Y eso fue una verdadera bola porque de Recoleta pasaron a Londres y de ahí a plena Union Square, de Nueva York. Es decir, se instalaron en el centro del mundo del espectáculo pensado en dólares.

Ahora mismo podrían estar haciendo "Villa Villa" en Mar del Plata porque esa vaca todavía da buena leche. Pero se bajaron y manejaron sus límites en medio del mareo que produce un boom así. Y cuando se recuperaron se mandaron con "Todos contentos" (ése, el de los platos que hablábamos antes que tenía mucho de cómic, de videoclip, de un culebrón mexicano y de un erotismo siempre presente en la producción descueviana).

Gente completa

Sin querer, hicieron escuela. Formaron público, lo fundaron. Sin querer, se convirtieron en referentes. Queriendo, invirtieron en cada aspecto de la producción (cuidadas fotografías, edición de CD, auspiciantes y todas esas cosas que la mayoría de las veces la producción alternativa no sabe, no quiere, no contesta). Así fue que vino la "oficialidad": los llamaron del Teatro Colón y del Teatro San Martín para hacer algo. Eso sí, supieron preservarse de todo intento burocratizador.

En estos dos últimos años se mandaron con "Hermosura", que ya paseó por varias salas y que reponen mañana, y "Patito feo", montaje que en la última versión presentada en el Abasto alcanzó un interesantísimo punto de maduración.

De este modo llegamos a la fiesta de quince de El Descueve, uno de los grupo de danza-teatro (o de teatro-danza, como quiera) más viejitos del panorama local. Y como ya curtieron teatros medios desvencijados, lo más top del circuito internacional o el mismo sótano del Colón; ahora se mandan al Paseo La Plaza, a plena avenida Corrientes donde pasarán el veranito porteño haciendo programa doble.

Así son ellos: superficiales, eléctricos, obsesivos, primitivos, eróticos, modernos, profesionales y desprejuiciados. En fin, El Descueve.

No hay comentarios: