sábado, 19 de julio de 2008

Esta noche, me celebro y me canto . . .


Escrita por el propio Muscari, que la dirige junto a Mariela Asensio, la obra es un biodrama, una confesión pública.


Demasiado ego", así podría llamarse la obra que José María Muscari lleva a escena los sábados. Un detalle levemente fastidioso, aunque no tan condenable si se tiene en cuenta que el formato es la autobiografía. Dejando de lado el trip yo, yo, yo, yo, Crudo resulta divertida, tierna, entretenida, graciosa.

Dividida en ejes temáticos la obra recorre las obsesiones del dramaturgo de 30 años, otrora ¿auto? marketineado como el niño rebelde del under. Y creador de En la cama (en cartel), "mi éxito comercial", como él mismo definirá más adelante.

Items recorridos: Muscari y la obsesión por el fitness, la musculación y los suplementos dietarios. Muscari y la obsesión por la belleza. Muscari y el fantasma de la obesidad de su padre. Muscari y su emotiva familia pobre sin cobertura social. Muscari como hijo único. Muscari y sus deseos de ser padre.

Todo comienza con la imagen. "No tengo la belleza que me gustaría", se queja el dramaturgo mientras corre sobre una cinta de gimnasio. "No soy tan feo ni tan lindo, estoy en una especie de término medio que no me alcanza". Un drama que parecería no superar los 2 cm de profundidad. Aunque impacta escucharlo en tiempos en donde todo el mundo se esfuerza por mostrarse satisfecho y feliz. "Eso que odio de la belleza es exactamente lo que me gustaría ser", agrega.

Después vendrá la familia. Y será esa irrupción proletaria en el coqueto reducto palermitano (por parte de un ícono de lo moderno), de lo más interesante del espectáculo. Así aparecen ellos, proyectados, sonriendo (sin dientes, el padre), en la cocina humilde. Orgullosos del hijo que triunfa haciendo lo que le gusta. Eso que muchos se esfuerzan por esconder, Muscari lo lleva a escena. Y resulta luminoso. Y querible.

"El va a seguir luchando". "Te quiero", le dice a cámara un padre híper sensible. Podrían ser los padres de todos, tan barriales y auténticos. Alejados de poses. Una forma de ser argentino que quizás desaparecerá para siempre con estas últimas generaciones. Los monólogos se alternan con coreografías al son de música disco y reggaetón, a cargo de Muscari y tres ayudantes. Como fondo, proyecciones de sus mails y fotos familiares.

Hay un apartado para los arrepentimientos. Por haber sido muy exigente y soberbio con un determinado elenco, Por el "desastre teatral" que fue Desangradas en glamour y por los 86.000 dólares "que malgastó" Palito Ortega. Por haberse aburrido de su anterior pareja. "Espero aprender para esta nueva", invoca.

A la salida, algunos -haciendo lo que él mismo pide- no lo saludan, reclaman las honduras penosas y abismales de un filme como Tarnation, suerte de video- diario personal del norteamericano Jonathan Caouette que mostraba a su madre esquizofrénica en un exorcismo cinematográfico. "¿Por qué no ahondar en esa locura del fitness y los suplementos?", demandan "¿Por qué no ir más allá?". Darle una vuelta más al tema de la belleza, no es él el malo que por no tenerla la critica, ¿no es un problema del afuera desearla tanto?

Quizás porque en la familia Muscari hay más amor. O quizás Muscari no busca exorcizar nada. Ya lo trató en análisis, lo asimiló y ahora (que además consiguió novio, Juampi, como lo anuncia y lo muestra en la obra), la vida le sonríe, está contento con quién es. ¿Está mal eso?

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