miércoles, 30 de abril de 2008

Relato fragmentado . . . Ricardo Bartis

El director y dramaturgo explica por qué "La pesca" hace referencias al peronismo y al machismo porteño.

IDEA ESCENOGRAFICA BARTIS HIZO UN POZO EN SU ESTUDIO PARA MONTAR "LA PESCA".
Cierto imaginario de la argentinidad merodea La pesca, nuevo trabajo de Ricardo Bartís interpretado por Sergio Boris, Luis Machín y Carlos Defeo. Una zona donde se alternan solapadas referencias al peronismo, la tensión entre el espacio público y privado, la mirada y la ejecución porteña del machismo. Y sin embargo, La pesca podría funcionar también, sin ampulosas alusiones históricas, como un trabajo sobre la erosión de una mitología erigida sobre la tríada expectativa- espera- desilusión. Ciclo que Bartís identifica con el peronismo.

El director hizo una serie de ensayos abiertos de esta obra en la última edición del FIBA. "En aquel momento, todavía no teníamos el agua - dice Bartís- mostramos cuarenta minutos en octubre y los ensayos los habíamos comenzado en junio. Con esta obra es la primera vez que trabajamos con una idea escenográfica fundamental, no podíamos volver atrás con el pozo que hicimos en la sala". Cuando habla del pozo, se refiere a la pileta donde pescan los tres personajes. De hecho, el agujero en la sala será aprovechado en los próximos dos espectáculos que siguen a La pesca; uno sobre el box y otro acerca del fútbol.

La anécdota de la obra se basa en La Gesta Heroica, club de pesca de la década del '60 armado en los subsuelos de una fábrica. Allí, en un agujero inundado con las aguas del arroyo Maldonado, criaron tarariras traídas de Corrientes. Todos los miembros del club, a cambio de una cuota, tenían pique asegurado. Y en ese entorno ficticio, aparecen los tres personajes con un alarde de pescadores que ronda lo patético.

"Desde la actuación buscábamos cosas del mundo masculino, la pérdida amorosa de los hombres, el argot de la pesca que pertenece a un mundo que conozco. Sabía del peligro que iba a producir el reencuentro con algunos actores. Con Machín y Boris no trabajamos juntos desde El pecado que no se puede nombrar. Pasaron diez años. De Machín, me pareció interesante su decisión de trabajar con nosotros. Hay muy pocos actores que con semejante nivel de éxito deciden transitar una experiencia de trabajo arriesgada. Machín elabora una línea de composición que no es su modalidad habitual: narra un personaje de gran fragilidad. Boris narra algo más violento, y Defeo, que hizo un trabajo muy poderoso en De mal en peor, aquí va por otra línea compositiva: hace de viejo".



En "De mal en peor", las líneas narrativas y de lenguaje proponían otras calidades desde la interpretación. "La pesca" gira alrededor de la espera, sin grandes acciones. ¿Sentiste algún riesgo en esta obra?

En De mal en peor, había un sistema narrativo muy poderoso. Varias líneas que circulaban en esa familia y había misterios. En La pesca el mundo está clavado, no hay un desarrollo narrativo pero sí resuenan temas como la masculinidad, el peronismo. En este mundo no pasa demasiado y ése era el peligro en La pesca, ya que el corazón del relato está puesto en la actuación. Pero queríamos hablar del peronismo, de algo que perdura, que no terminamos de entender, que condiciona nuestra vida y al mismo tiempo es un relato agujereado, parcial, contradictorio.



La obra comienza con un cuchicheo en la oscuridad de los personajes, retazos de una discusión entre la izquierda y la derecha del peronismo. Pero luego esa potencia se diluye y los personajes transitan arquetipos y hasta lugares comunes alrededor de lo masculino. ¿Cómo pensaste desde la representación el vínculo entre peronismo y la política?

En la obra hay una tesis: hay una realidad que promueve una expectativa, ir a pescar, y después se produce una fractura y hay muerte y desolación. Entonces hay algo de la historia de este país donde pareciera que el peronismo es lo único que puede movilizar un campo de creencias en lo político. En 2001, cuando lo político estaba en la lona, cuando se había evidenciado el carácter espurio de la política como actividad gerencial y se había abandonado toda creencia de militancia, el peronismo apela a su posibilidad de mitologizar. El dato que dicta la experiencia es que esa expectativa, el más alto punto de conciencia en el pueblo argentino, lo genera el peronismo que lo agita por izquierda y lo va traicionando por derecha.



¿Cómo fuiste concretando esas ideas en la puesta?

Son ideas, estímulos para pensar. Cuando decimos que el mundo es peronista es porque pensamos que la obra produce cierto relato peronista: mitologización de la ciudad, ciertos valores, también tiene algo de mentira, ligado a lo ficticio. El peronismo tiene esa picaresca donde afirma una cosa y al mismo tiempo apela a que eso no es cierto. Eso funciona en las gramáticas sociales de la vida pública argentina. Pero no quiero afirmar tal o cual cosa. Estas fueron excusas para poner en funcionamiento un mecanismo no histórico que es la materia de lo teatral. Es un modo poético donde, en todo caso, más que afirmar o interpretar, sus elementos funcionan poéticamente sobre cierto mundo arquetípico.


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